LA REBELIÓN DE LAS
CLASES
Carlos E. Lanusse, Club político
Independiente, 12-2-19
Más allá de la política
y la economía nuestra sociedad crece y en ella emergen dos clases sociales
diferentes a las del siglo veinte. Ha cambiado el sustrato social de la
política, desde que nuestras clases son culturales, no económicas como fueron.
Vale formular dos conjuntos de palabras para compararlos y entender
la diferencia, comprendiendo a la vez como las usan unos y otros. Al hacerlo
surgen diferencias en el uso del lenguaje y las conceptuales correspondientes. Éstas, dividen dos clases culturales:
las del “lenguaje de la calle” y del
“lenguaje del conocimiento”,
respectivamente.
A partir de la diferencia e interacción entre esos lenguajes,
resulta más fácil deconstruir la actitud agrietante que compromete nuestro futuro como
conjunto, como Nación. En el primero las palabras son: pelota, trabajo, bicicleta,
perro, auto, zapatilla, celular, conchero, guita, etc., en el segundo son: conjunto,
entropía, energía, lógica, monetización, precios relativos, interpretación financiera,
capacidad ociosa, filosofía, etc.
Entre ambos conjuntos hay una enorme diferencia en el nivel de abstracción, el primero
se refiere a objetos perceptibles por los sentidos y manejables desde el
sentido común. El segundo está formado por abstracciones, que no pueden tocarse
u olerse, no son comunes ni se interpretan con sentido común. Manejarlas
implica un nivel cultural mayor, son las palabras que utiliza el conocimiento, nunca la calle.
En un lenguaje hay falta de trabajo, en otro capacidad ociosa
instalada.
Las personas que usan el lenguaje del primer conjunto sufren
el día a día, los otros, con mayor retribución, prefieren referirse al mediano
y largo plazo, entonces, la opinión
política entre unos y otros puede ser también diferente. Y sabemos que, si para
encontrar soluciones dependemos de la clase del lenguaje de la calle, las mismas
serán de corto plazo y no irán por las
causas sino por los efectos. La calle no pregunta por las causas, la
democracia electoralista asociada, tampoco. Con la clase del “lenguaje del
conocimiento” hallaremos soluciones duraderas y, a la larga, con mejores resultados… pero, ¿cómo llegamos a la larga?
“Haciendo encuestas” dicen unos, “esperar que la educación
haga lo suyo” dicen otros. “Tirarle
caramelos demagógicos a los incultos”, como hacen Cristina y los “hábiles” de
campañas políticas. “No solucionar, sino barrenar lo que hay” dicen los políticos.
Entonces, la marea social aupada a nuestro electoralismo demagógico crece, nos
azota contra el piso cultural y…el largo plazo desaparece.
Salvo que aprendamos a
gobernarnos en un escenario amplio y generoso, con los lenguajes de la calle y
del conocimiento a la vez, pero sin posverdad ni demagogia (ver último subtítulo).
¿Cómo actúan
nuestras majadas?
Frente un ruido o movimiento extraño las ovejas corren, se
aceran entre si y luego siguen al carnero que puntea. Si el espanto continúa,
surge otro carnero que corree en otra dirección y muchas lo siguen. Las majadas
no corren hacia un lugar, siguen a un líder momentáneo, de forma cambiante y
aleatoria. Nuestros conjuntos tribales y masas urbanas, seguidoras de caudillos
carismáticos y punteros barriales, actúan lamentablemente como nuestras
majadas.
Ese es el recurso de las personas de bajo nivel cultural, que
se agrupan para defenderse, sin mala intención ni perversidad, explicó Ortega
en “La Rebelión de la Masas”. Perversos
son los que aprovechan del des-conocimiento grupal de los incultos y los usan
para poder y corrupción. Como aplaudió Ernesto Laclau y practicaron Néstor y Cristina, representantes sin prestigio cultural,
por ello no determinantes de nuestro futuro.
La lógica de masas tiene soporte cultural en su “lenguaje de
la calle”, y tal que los que gobiernan masas no saben cómo gobernar a la clase del
“lenguaje del conocimiento”. Esa realidad abruma al peronismo, no
sabe cómo enfrentarla, aunque hace camino al andar, como cuando reúne a Frigerio y Pichetto por la
financiación de la política o entiende el rol cultural de Roberto Lavagna.
Merece especial consideración lo actuado por un conservador
de la mejor intención, que antes hizo un enorme daño a nuestra cultura
política: Roque Sáenz Peña. Pues al sancionar la ley que incluye el voto
obligatorio en un contexto de alto analfabetismo, destruyó el lenguaje del conocimiento en la política. El que tanto
había hecho en el periodo de Reconstrucción Nacional, hasta la generación del
ochenta inclusive. De allí en adelante privó el “lenguaje de la calle”, todavía
hoy en la política, aunque no prevalece en el resto de la cultura. Es decir, la política quedo atrasada, estancada,
definiendo un nuevo desafío: reconstruirla.
Clases comparadas
Desde el siglo diecinueve las clases se definían por nivel
económico, la de altos ingresos, la de ingresos bajos y la media, con ingresos
entre ambas. Esa clasificación ya no cuenta, porque entre las clases económicas
alta y media, ya no hay diferencias
culturales. Es más, la clase media ilustrada es de mayores conocimientos que
nuestra clase económica alta, y en clases definidas por capacidad de abstracción, ambas conforman una sola. A fines del
siglo diecinueve y principios del veinte, había que ser de clase económica alta
para acceder al “lenguaje del conocimiento”, pero actualmente la diferencia de
clases es cultural, representa un problema de educación de jóvenes y adultos, ya
sin connotaciones políticas como la “dictadura
del proletariado” o el “socialismo del siglo XXI”. Terminó el tiempo de las
clases económicas y sus resentimientos, la Cultura es la esperanza mayoritaria.
Como gobernar-nos
sin posverdad ni demagogia
Vale entender lo que ha hecho el macrismo en lo económico,
para formular un razonamiento por el absurdo: “dado este pésimo resultado
gobernemos-nos de otra forma”. Pero, ¿cuál
fue y es esa forma errónea sin mala intención?
Tres desprecios por el conocimiento desnudan al macrismo.
Hizo la campaña del 2015 sin proyectar ningún plan económico, asumió el gobierno
sin hacer diagnostico alguno y una vez en el poder se dedicó al gradualismo al tanteo y sobre la marcha. Indefinición con contradicciones
internas permanentes, por falta de conocimiento macroeconómico y ausencia de
resultados. Patética y evidente en 2018.
El macrismo fue por detrás
de los hechos, corrigiendo efectos, cuando en un escenario cultural degradado
corresponde aplicar conocimientos anteriores al gobierno, buscar resultados y
después, solo después, ir por la aprobación del electorado. A la inversa de lo hecho por el macrismo,
dedicado a “no molestar al electorado” para
ir con encuestas por detrás del mismo. En lo económico, el macrismo es de clase alta
sin capacidad de abstracción, por lo que perdió prestigio intelectual, además
de sus pésimos resultados. ¿A quién le
sirve una centroderecha ambigua, superflua en el conocimiento y fracasada en
los hechos?
La otra clase se pregunta, ¿cuál es la lógica de la más alta,
si es capaz de abstracciones pero trae
pobreza, desocupación, cierre de empresas, inflación y endeudamiento? El peor de los daños del macrismo es el
efectuado a la Cultura: derrumba su prestigio. Por eso giremos hacia la Democracia del Conocimiento, culturalmente
diferente y opuesta a la Democracia
Electoralista, de punteros y o marquetineros.
Es meta para una
sociedad abierta. Nunca para un candidato.