LA HERENCIA RECIBIDA
Con esta expresión se definió la carga de graves problemas que, luego
de mas de una década de kirchnerismo debía afrontar el gobierno de Macri. Para
algunos el Presidente debió exponer con crudeza la gravedad de la situación
apenas asumida la gestión.
Para otros fue suficiente con darla a conocer ante la Asamblea
Legislativa en el mes de marzo siguiente.
Pero más allá de las distintas posturas, es preocupante observar que
transcurridos menos de tres años de gestión, sectores de opinión en absoluto
identificados con el pasado gobierno se
muestren partidarios de culpar a Cambiemos por la falta de soluciones a tantos
y tan graves problemas como si aquellos que lo precedieron fueran cada vez
menos responsables por la actual situación.
Y esto representa una distorsión que es imprescindible dejar en claro.
La así llamada “herencia” no es consecuencia solamente de gravísimos
desaciertos acontecidos en la pasada década infame protagonizada por Néstor y
Cristina.
En rigor de verdad lo que ha
heredado Macri es un modelo de país en estado terminal por acumulación de
políticas equivocadas que data de muchos años atrás y que involucra a gobiernos
militares, radicales y fundamentalmente peronistas en sus distintas variantes.
Por cierto, la gestión kirchnerista significó poner el último clavo en
el ataúd.
Se malgastaron miles de millones de dólares en proyectos fracasados,
demagogia y corrupción rampante en una magnitud tal que, según un economista
tan respetable como Roberto Cachanosky, fueron dilapidados recursos que superan
incluso ( y en valores actualizados) a los del plan Marshall que determinó la
recuperación postbélica de Europa occidental.
Políticas irresponsables apelaron al empleo público como una manera
sencilla de disimular la falta de fuentes de trabajo genuino y hacer
proselitismo partidario. Es así que el número de empleados públicos, y esto
debe ser remarcado, no solamente a nivel nacional, en las provincias y municipios en mucho mayor
medida, ha crecido desmesuradamente.
Según datos recientemente publicados en el período 2003-2016 ha pasado
de 2.300.000 a 4.200.000, con un aumento en el área municipal mayor del 100%.
A lo anterior debe agregarse el incremento en el número de jubilados,
muchos de ellos sin aportes previos y el volumen creciente de todo tipo de
planes sociales sin ninguna contraprestación.
La resultante es un estado con un gasto sobredimensionado y una
estructura social donde alrededor de ocho millones de habitantes con
actividades productivas deben sostener a veinte millones dependientes del
sostén estatal.
Frente a este crítico panorama, si bien es necesario marcar en el
gobierno errores cometidos (y sin duda que los ha habido) debe evitarse una
crítica irresponsable que desconozca el origen de la actual problemática.Esto
es, un modelo de país totalmente inviable, aun en el corto plazo.
Sobre todo teniendo en cuenta que la oposición se muestra con un
peronismo disperso pero capaz de unirse en torno a propuestas demagógicas sin
adherir a políticas de estado a estas alturas indispensables: reforma laboral
como ha hecho Brasil, reforma de un sistema jubilatorio con una relación
aportantes/jubilados de apenas 1.4 a 1,reducción del gasto en obras públicas no
perentorias y los todavía cuantiosos subsidios estatales en diversas áreas.
Como un reflejo de la falta de coordinación entre los distintos
segmentos que componen la conducción económica vale lo publicado por el
diario La Nación en el pasado mes de
febrero: mientras unos ministerios impulsan un recorte de $9.000 millones en el
déficit de las empresas públicas, en la misma edición se anuncia un aumento de
100.000 beneficiarios de planes sociales, lo cual implica una partida de
$10.000 millones.
Lo anterior enfatiza la necesidad de una conducción más centralizada en
Economía, una asignatura pendiente que el Gobierno no ha podido encarar
todavía.
En conclusión: se hace prioritario un consenso decisivo en torno a la
necesidad ineludible de acabar con un modelo agotado luego de muchas décadas de
políticas desacertadas.
Solamente cerrando filas en torno a un proyecto común, sin posturas
egoístas ni aberraciones ideológicas podrá Argentina evitar un aciago destino
de estado fallido como Venezuela u otros países de América Central o el
continente africano.
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