viernes, 30 de enero de 2015

El principio del fin tiene nombre. Memorándum de Entendimiento con Irán.

Eduardo Marty publicó en Libertad Querida! (El Tea Party Argentino)


Eduardo Marty
30 de enero de 2015 11:08

La Nación:

El principio del fin tiene nombre. Memorándum de Entendimiento con Irán.

"Nos jugamos la vida en esto, nuestras cabezas tienen precio, y ahora esos mismos que acusamos de ser los ideólogos del atentado se sientan a negociar", me dijo Nisman a días de haberse firmado el acuerdo. "Ni si quiera me llaman al Senado para preguntarme por qué esto es un disparate", continuó tiempo después.



El eje de la acusación de Nisman se desmoronaba con este hecho. No tenía nada más, ni nada menos, que la convicción de la responsabilidad de Irán en el atentado. Para Nisman, los autores ideológicos estaban identificados. Y cada aniversario, durante los años que encabezó la Unidad Especial, daba a conocer nuevas pruebas que a su entender respaldaban la hipótesis más fuerte sobre la que había trabajado casi obsesivamente junto con "Jaime" Stiusso, el hombre fuerte de Inteligencia, con la colaboración constante de las agencias de inteligencia de Estados Unidos e Israel. Desde el día en que se conocieron las negociaciones del canciller Héctor Timerman con Irán, Nisman se opuso a esa herramienta e hizo público su profundo malestar. Y empezó a darle forma a la idea de que alguien encubría algo. Empezó por los que se arrogaron la diplomacia paralela con Irán, Luis D'Elía y Fernando Esteche. Apareció el diputado nacional Andrés Larroque en unas escuchas y no dudó en sumarlo. Y escaló hasta responsabilizar al principal promotor del Memorándum, el canciller, y a la misma Presidenta que lo había convertido en uno de los hombres más poderosos del escenario judicial con una unidad dotada de recursos y prácticamente sin controles.

Nisman tenía decretada una pena de muerte en Irán que terminó ejecutándose en Buenos Aires. La Justicia deberá determinar si acabó con su vida por su propia voluntad o terceros decidieron por él. El modo en que su muerte impacte en la investigación por el atentado a la AMIA será, si la tiene, otra respuesta a largo plazo. Para quienes cuestionaban su trabajo, es un buen momento para cambiar la dirección de la investigación tras diez años sin avances significativos. Una posibilidad de mirar más allá de Irán, de salirse de ese chaleco de fuerza que, para algunos, limitaba la investigación desde el primer día.

Para quienes compartían su sospecha sobre Irán, con la muerte de Nisman se extinguió la posibilidad de condenar a los iraníes que eligieron la calle Pasteur al 600, en pleno Once un lunes por la mañana, para hacer estallar la bomba que sepultó 85 vidas. Aunque quien o quienes lo reemplacen continúen su línea de trabajo en la Unidad AMIA, sería imposible reconstruir sus vínculos y las fuentes de las que se nutría. 21 años después del atentado, sólo queda la memoria, activa en el recuerdo diario de sus seres queridos. De verdad y justicia, nada.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario