lunes, 6 de julio de 2020


                                                    ECONOMIA Y CORONA VIRUS

Ya antes de la pandemia la economía argentina se enfrentaba con un modelo que había tocado fondo.
Un déficit presupuestario creciente y tan insostenible como una población dependiente del Estado vía sueldos, planes sociales, jubilaciones y otros beneficios, todos a cargo de un sector privado cada vez más oprimido por una presión tributaria de las más elevadas del mundo.
Cuando asumió Mauricio Macri se enfrentaba a una tarea ciclópea que debió intentar resolver con un crudo realismo y no ostentando un infundado optimismo que los hechos hicieron añicos.
Así, la ciudadanía decidió el regreso al poder de los mismos que, en la década previa, con una política de saqueo habían evaporado los beneficios de una oportunidad única en 2003 con un inédito aumento en los precios de los productos exportados por Argentina.
Todavía sin definiciones en cuanto a un plan económico para encarar una coyuntura tan complicada irrumpe el cisne negro de una pandemia tan inesperada como difícil de controlar.
A lo anterior se suma la necesidad de resolver una delicada cuestión como es una deuda externa extremadamente complicada para refinanciar.
En relación con aquella, es menester reconocer un elogiable resultado de las medidas adoptadas, con cifras de mortalidad hasta ahora reducidas si bien al costo de una politización de la cuarentena y un perjuicio económico para una infinidad de actividades comerciales, productivas y de servicios cuyo saldo final en cuanto a un daño irreparable a las actividades privadas, tanto comerciales como industriales, todavía desconocemos.
La rapidez de las medidas de aislamiento instrumentadas debiera ser atribuída más a la observación de las consecuencias del retardo de ellas en los países europeos que en la clarividencia del ministro de Salud de la Nación cuando claramente minimizó el potencial peligro de lo que se avecinaba mientras se focalizaba en la prevención del dengue y solamente pensaba en el coronavirus como un agente exótico llegado al país por algunos viajeros.
Asimismo, el aislamiento temprano no fue acompañado por un número apropiado de testeos diagnósticos: en las sociedades más exitosas en el control de la epidemia como Corea del Sur, Taiwan o Nueva Zelanda la cantidad de testeos fue inmensamente superior a los de nuestro país.
Inclusive en el vecino Uruguay fue posible una progresiva normalización por idéntica razón.
Así, después de tres meses de cuarentena estricta nos encontramos básicamente en el mismo punto de partida, habiendo pagado un caro precio en la economía.
Precisamente, las perspectivas en este campo, sin saber exactamente cuando volveremos a la normalidad, son fuera de toda duda pavorosas.
Ya se ha dicho que antes de la epidemia enfrentábamos una situación extremadamente complicada: alrededor de veinte millones de personas dependían del E stado de una u otra manera, un Estado sustentado en la actividad privada de entre seis u ocho millones a lo sumo.
Se ha calculado que cuando esto finalice aquellos veinte millones se transformarán en más de treinta, un sector privado derrumbado y un porcentaje de pobreza rondando el cincuenta por ciento.
A lo anterior habría que agregar que, aun cuando sea posible renegociar la deuda externa en el mejor de los casos, una economía con una caída tan brutal del PBI como se prevé torna ilusoria la posibilidad de su repago.
Un gobierno sin proyecto, centrado en lograr la libertad de todos los corruptos que saquearon  la nación y aplicar su rencor y odio hacia el expresidente y otros integrantes de su gobierno, solamente ocupado en restaurar inaceptables  privilegios como es el caso de Amado Boudou y familiares de supuestos desaparecidos o emprender una política de expropiaciones desalienta cualquier expectativa de retorno al país pujante y próspero que alguna vez fue.
Es importante sentar las bases de un programa de RECONSTRUCCION NACIONAL basado en políticas de indispensable cumplimiento que trataremos de enumerar brevemente.

1)      Respeto irrestricto de la propiedad privada en todos sus aspectos.
2)      Independencia de los poderes del Estado. No es admisible un Poder Legislativo transformado en una dependencia del Ejecutivo . Tampoco es admisible un Poder Judicial desvalorizado por jueces corruptos o sujetos al poder de turno. Particularmente en un régimen presidencialista como el nuestro.
3)      Desmantelamiento definitivo de una estructura sindical surgida a semejanza de la creada por el fascismo en la Italia de Mussolini, transformada en un poder autónomo con dirigentes enriquecidos por negocios deshonestos. Si no se recrean condiciones de trabajo en un marco de libertad será muy difícil encontrar inversores dispuestos a arriesgar su capital frente a un sindicalismo omnipresente.
4)      Un Banco Central verdaderamente independiente capaz de sustentar un sistema basado en una moneda que sirva no sólo como medio de intercambio sino también como reserva de valor.
5)      La actual experiencia de la epidemia puede ser un punto de partida para políticas de estado tendientes a corregir el grosero desequilibrio entre un área metropolitana con una enorme concentración humana y económica y un interior dependiente en gran medida de la coparticipación federal. Es necesario instrumentar medidas para favorecer la radicación de industrias en esos territorios que permitan la creación de fuentes de trabajo para aquellos que hoy viven  carentes de servicios esenciales en cordones de pobreza y marginación.
6)      No es posible una recuperación auténtica de la economía sin el crecimiento de una balanza de pagos externa que asegure ingreso creciente de divisas. Es necesario el estímulo de la agroindustria, las economías regionales, la explotación minera y petrolera responsables, la informática y todas aquellas actividades tendientes a dichos fines.
7)      Una presión impositiva que es de las más altas del mundo desalienta la inversión. Su base puede ensancharse si se reduce significativamente una economía en negro con un alto número de trabajadores fuera del marco legal.
8)      El número de agentes del estado se ha incrementado enormemente, en particular en las provincias y municipios. Solamente creando fuentes genuinas de trabajo podría corregirse esta distorsión generadora de electorados cautivos de dirigentes que les aseguran un empleo público.
9)      Tal como lo estableciera Alberdi en Las Bases las cárceles “serán sanas y limpias para seguridad y no castigo de los reos detenidos en ellas”. Pero asimismo las penas dictadas deben ser de cumplimiento efectivo y no dependientes de arbitrarias decisiones de jueces venales, particularmente frente a un crecimiento exponencial  del delito y la inseguridad.
10)   Libertad de expresión plena y sin cortapisas por todos los medios. Un periodismo libre e independiente es indispensable en un régimen democrático. Por iguales razones debe exigirse transparencia y amplia difusión de todos los actos de gobierno.


Por último, pero no menos importante, cualquier programa de reconstrucción nacional sería de cumplimiento imposible si no se sustentara en la confianza de los ciudadanos, un elemento virtualmente desaparecido y con razón. La recuperación de ese valor es
posiblemente el punto más arduo de los antes mencionados ya que está en manos de la clase política un cambio sustancial de normas y pautas morales que lo permita.