ECONOMIA Y CORONA VIRUS
Ya antes de la pandemia la economía argentina se enfrentaba con un
modelo que había tocado fondo.
Un déficit presupuestario creciente y tan insostenible como una
población dependiente del Estado vía sueldos, planes sociales, jubilaciones y
otros beneficios, todos a cargo de un sector privado cada vez más oprimido por
una presión tributaria de las más elevadas del mundo.
Cuando asumió Mauricio Macri se enfrentaba a una tarea ciclópea que
debió intentar resolver con un crudo realismo y no ostentando un infundado optimismo
que los hechos hicieron añicos.
Así, la ciudadanía decidió el regreso al poder de los mismos que, en la
década previa, con una política de saqueo habían evaporado los beneficios de
una oportunidad única en 2003 con un inédito aumento en los precios de los
productos exportados por Argentina.
Todavía sin definiciones en cuanto a un plan económico para encarar una
coyuntura tan complicada irrumpe el cisne negro de una pandemia tan inesperada
como difícil de controlar.
A lo anterior se suma la necesidad de resolver una delicada cuestión
como es una deuda externa extremadamente complicada para refinanciar.
En relación con aquella, es menester reconocer un elogiable resultado
de las medidas adoptadas, con cifras de mortalidad hasta ahora reducidas si
bien al costo de una politización de la cuarentena y un perjuicio económico
para una infinidad de actividades comerciales, productivas y de servicios cuyo
saldo final en cuanto a un daño irreparable a las actividades privadas, tanto
comerciales como industriales, todavía desconocemos.
La rapidez de las medidas de aislamiento instrumentadas debiera ser
atribuída más a la observación de las consecuencias del retardo de ellas en los
países europeos que en la clarividencia del ministro de Salud de la Nación
cuando claramente minimizó el potencial peligro de lo que se avecinaba mientras
se focalizaba en la prevención del dengue y solamente pensaba en el coronavirus
como un agente exótico llegado al país por algunos viajeros.
Asimismo, el aislamiento temprano no fue acompañado por un número
apropiado de testeos diagnósticos: en las sociedades más exitosas en el control
de la epidemia como Corea del Sur, Taiwan o Nueva Zelanda la cantidad de
testeos fue inmensamente superior a los de nuestro país.
Inclusive en el vecino Uruguay fue posible una progresiva normalización
por idéntica razón.
Así, después de tres meses de cuarentena estricta nos encontramos
básicamente en el mismo punto de partida, habiendo pagado un caro precio en la
economía.
Precisamente, las perspectivas en este campo, sin saber exactamente
cuando volveremos a la normalidad, son fuera de toda duda pavorosas.
Ya se ha dicho que antes de la epidemia enfrentábamos una situación
extremadamente complicada: alrededor de veinte millones de personas dependían
del E stado de una u otra manera, un Estado sustentado en la actividad privada
de entre seis u ocho millones a lo sumo.
Se ha calculado que cuando esto finalice aquellos veinte millones se
transformarán en más de treinta, un sector privado derrumbado y un porcentaje
de pobreza rondando el cincuenta por ciento.
A lo anterior habría que agregar que, aun cuando sea posible renegociar
la deuda externa en el mejor de los casos, una economía con una caída tan
brutal del PBI como se prevé torna ilusoria la posibilidad de su repago.
Un gobierno sin proyecto, centrado en lograr la libertad de todos los
corruptos que saquearon la nación y
aplicar su rencor y odio hacia el expresidente y otros integrantes de su
gobierno, solamente ocupado en restaurar inaceptables privilegios como es el caso de Amado Boudou y
familiares de supuestos desaparecidos o emprender una política de
expropiaciones desalienta cualquier expectativa de retorno al país pujante y
próspero que alguna vez fue.
Es importante sentar las bases de un programa de RECONSTRUCCION
NACIONAL basado en políticas de indispensable cumplimiento que trataremos de
enumerar brevemente.
1)
Respeto irrestricto de la propiedad privada en
todos sus aspectos.
2) Independencia
de los poderes del Estado. No es admisible un Poder Legislativo transformado en
una dependencia del Ejecutivo . Tampoco es admisible un Poder Judicial desvalorizado
por jueces corruptos o sujetos al poder de turno. Particularmente en un régimen
presidencialista como el nuestro.
3) Desmantelamiento
definitivo de una estructura sindical surgida a semejanza de la creada por el
fascismo en la Italia de Mussolini, transformada en un poder autónomo con
dirigentes enriquecidos por negocios deshonestos. Si no se recrean condiciones
de trabajo en un marco de libertad será muy difícil encontrar inversores
dispuestos a arriesgar su capital frente a un sindicalismo omnipresente.
4) Un
Banco Central verdaderamente independiente capaz de sustentar un sistema basado
en una moneda que sirva no sólo como medio de intercambio sino también como
reserva de valor.
5) La
actual experiencia de la epidemia puede ser un punto de partida para políticas
de estado tendientes a corregir el grosero desequilibrio entre un área
metropolitana con una enorme concentración humana y económica y un interior
dependiente en gran medida de la coparticipación federal. Es necesario
instrumentar medidas para favorecer la radicación de industrias en esos
territorios que permitan la creación de fuentes de trabajo para aquellos que
hoy viven carentes de servicios
esenciales en cordones de pobreza y marginación.
6) No
es posible una recuperación auténtica de la economía sin el crecimiento de una
balanza de pagos externa que asegure ingreso creciente de divisas. Es necesario
el estímulo de la agroindustria, las economías regionales, la explotación
minera y petrolera responsables, la informática y todas aquellas actividades
tendientes a dichos fines.
7) Una
presión impositiva que es de las más altas del mundo desalienta la inversión.
Su base puede ensancharse si se reduce significativamente una economía en negro
con un alto número de trabajadores fuera del marco legal.
8) El
número de agentes del estado se ha incrementado enormemente, en particular en
las provincias y municipios. Solamente creando fuentes genuinas de trabajo
podría corregirse esta distorsión generadora de electorados cautivos de
dirigentes que les aseguran un empleo público.
9) Tal
como lo estableciera Alberdi en Las Bases las cárceles “serán sanas y limpias
para seguridad y no castigo de los reos detenidos en ellas”. Pero asimismo las
penas dictadas deben ser de cumplimiento efectivo y no dependientes de
arbitrarias decisiones de jueces venales, particularmente frente a un
crecimiento exponencial del delito y la
inseguridad.
10) Libertad
de expresión plena y sin cortapisas por todos los medios. Un periodismo libre e
independiente es indispensable en un régimen democrático. Por iguales razones
debe exigirse transparencia y amplia difusión de todos los actos de gobierno.
Por último, pero no menos
importante, cualquier programa de reconstrucción nacional sería de cumplimiento
imposible si no se sustentara en la confianza de los ciudadanos, un elemento virtualmente
desaparecido y con razón. La recuperación de ese valor es
posiblemente el punto más arduo
de los antes mencionados ya que está en manos de la clase política un cambio
sustancial de normas y pautas morales que lo permita.