sábado, 16 de febrero de 2019


LA REBELIÓN DE LAS CLASES
Carlos E. Lanusse, Club político Independiente, 12-2-19

Más allá de la política y la economía nuestra sociedad crece y en ella emergen dos clases sociales diferentes a las del siglo veinte. Ha cambiado el sustrato social de la política, desde que nuestras clases son culturales, no económicas como fueron.
Vale formular dos conjuntos de palabras para compararlos y entender la diferencia, comprendiendo a la vez como las usan unos y otros. Al hacerlo surgen diferencias en el uso del lenguaje y las conceptuales correspondientes. Éstas, dividen dos clases culturales: las del “lenguaje de la calle” y del “lenguaje del conocimiento”, respectivamente.
A partir de la diferencia e interacción entre esos lenguajes, resulta más fácil deconstruir la actitud agrietante que compromete nuestro futuro como conjunto, como Nación. En el primero las palabras son: pelota, trabajo, bicicleta, perro, auto, zapatilla, celular, conchero, guita, etc., en el segundo son: conjunto, entropía, energía, lógica, monetización, precios relativos, interpretación financiera, capacidad ociosa, filosofía, etc.
Entre ambos conjuntos hay una enorme diferencia en el nivel de abstracción, el primero se refiere a objetos perceptibles por los sentidos y manejables desde el sentido común. El segundo está formado por abstracciones, que no pueden tocarse u olerse, no son comunes ni se interpretan con sentido común. Manejarlas implica un nivel cultural mayor, son las palabras que utiliza el conocimiento, nunca la calle.
En un lenguaje hay falta de trabajo, en otro capacidad ociosa instalada.
Las personas que usan el lenguaje del primer conjunto sufren el día a día, los otros, con mayor retribución, prefieren referirse al mediano y largo plazo, entonces, la opinión política entre unos y otros puede ser también diferente. Y sabemos que, si para encontrar soluciones dependemos de la clase del lenguaje de la calle, las mismas serán de corto plazo y no irán por las causas sino por los efectos. La calle no pregunta por las causas, la democracia electoralista asociada, tampoco. Con la clase del “lenguaje del conocimiento” hallaremos soluciones duraderas y, a la larga, con mejores resultados… pero, ¿cómo llegamos a la larga?
“Haciendo encuestas” dicen unos, “esperar que la educación haga lo suyo”  dicen otros. “Tirarle caramelos demagógicos a los incultos”, como hacen Cristina y los “hábiles” de campañas políticas. “No solucionar, sino barrenar lo que hay” dicen los políticos. Entonces, la marea social aupada a nuestro electoralismo demagógico crece, nos azota contra el piso cultural y…el largo plazo desaparece.
Salvo que aprendamos a gobernarnos en un escenario amplio y generoso, con los lenguajes de la calle y del conocimiento a la vez, pero sin posverdad ni demagogia (ver último subtítulo).
¿Cómo actúan nuestras majadas?
Frente un ruido o movimiento extraño las ovejas corren, se aceran entre si y luego siguen al carnero que puntea. Si el espanto continúa, surge otro carnero que corree en otra dirección y muchas lo siguen. Las majadas no corren hacia un lugar, siguen a un líder momentáneo, de forma cambiante y aleatoria. Nuestros conjuntos tribales y masas urbanas, seguidoras de caudillos carismáticos y punteros barriales, actúan lamentablemente como nuestras majadas.
Ese es el recurso de las personas de bajo nivel cultural, que se agrupan para defenderse, sin mala intención ni perversidad, explicó Ortega en “La Rebelión de la Masas”. Perversos son los que aprovechan del des-conocimiento grupal de los incultos y los usan para poder y corrupción. Como aplaudió Ernesto Laclau y practicaron Néstor y Cristina, representantes sin prestigio cultural, por ello no determinantes de nuestro futuro.
La lógica de masas tiene soporte cultural en su “lenguaje de la calle”, y tal que los que gobiernan masas no saben cómo gobernar a la clase del “lenguaje del conocimiento”. Esa realidad abruma al peronismo, no sabe cómo enfrentarla, aunque hace camino al andar, como cuando  reúne a Frigerio y Pichetto por la financiación de la política o entiende el rol cultural de Roberto Lavagna.
Merece especial consideración lo actuado por un conservador de la mejor intención, que antes hizo un enorme daño a nuestra cultura política: Roque Sáenz Peña. Pues al sancionar la ley que incluye el voto obligatorio en un contexto de alto analfabetismo, destruyó el lenguaje del conocimiento en la política. El que tanto había hecho en el periodo de Reconstrucción Nacional, hasta la generación del ochenta inclusive. De allí en adelante privó el “lenguaje de la calle”, todavía hoy en la política, aunque no prevalece en el resto de la cultura. Es decir, la política quedo atrasada, estancada, definiendo un nuevo desafío: reconstruirla.
Clases comparadas
Desde el siglo diecinueve las clases se definían por nivel económico, la de altos ingresos, la de ingresos bajos y la media, con ingresos entre ambas. Esa clasificación ya no cuenta, porque entre las clases económicas alta y  media, ya no hay diferencias culturales. Es más, la clase media ilustrada es de mayores conocimientos que nuestra clase económica alta, y en clases definidas por capacidad de abstracción, ambas conforman una sola. A fines del siglo diecinueve y principios del veinte, había que ser de clase económica alta para acceder al “lenguaje del conocimiento”, pero actualmente la diferencia de clases es cultural, representa un problema de educación de jóvenes y adultos, ya sin connotaciones políticas como la “dictadura del proletariado” o el “socialismo del siglo XXI”. Terminó el tiempo de las clases económicas y sus resentimientos, la Cultura es la esperanza mayoritaria.                 
Como gobernar-nos sin posverdad ni demagogia
Vale entender lo que ha hecho el macrismo en lo económico, para formular un razonamiento por el absurdo: “dado este pésimo resultado gobernemos-nos de otra forma”. Pero, ¿cuál fue y es esa forma errónea sin mala intención?                                                                                          
Tres desprecios por el conocimiento desnudan al macrismo. Hizo la campaña del 2015 sin proyectar ningún plan económico, asumió el gobierno sin hacer diagnostico alguno y una vez en el poder se dedicó al gradualismo al tanteo y sobre la marcha. Indefinición con contradicciones internas permanentes, por falta de conocimiento macroeconómico y ausencia de resultados. Patética y evidente en 2018.
El macrismo fue por detrás de los hechos, corrigiendo efectos, cuando en un escenario cultural degradado corresponde aplicar conocimientos anteriores al gobierno, buscar resultados y después, solo después, ir por la aprobación del electorado. A la inversa de lo hecho por el macrismo, dedicado a “no molestar al electorado” para ir con encuestas por detrás del mismo.  En lo económico, el macrismo es de clase alta sin capacidad de abstracción, por lo que perdió prestigio intelectual, además de sus pésimos resultados. ¿A quién le sirve una centroderecha ambigua, superflua en el conocimiento y fracasada en los hechos?
La otra clase se pregunta, ¿cuál es la lógica de la más alta, si es capaz de  abstracciones pero trae pobreza, desocupación, cierre de empresas, inflación y endeudamiento? El peor de los daños del macrismo es el efectuado a la Cultura: derrumba su prestigio. Por eso giremos hacia la Democracia del Conocimiento, culturalmente diferente y opuesta a la Democracia Electoralista, de punteros y o marquetineros.
Es meta para una sociedad abierta. Nunca para un candidato.

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