domingo, 27 de mayo de 2018


                                       LA HERENCIA RECIBIDA

Con esta expresión se definió la carga de graves problemas que, luego de mas de una década de kirchnerismo debía afrontar el gobierno de Macri. Para algunos el Presidente debió exponer con crudeza la gravedad de la situación apenas asumida la gestión.
Para otros fue suficiente con darla a conocer ante la Asamblea Legislativa en el mes de marzo siguiente.
Pero más allá de las distintas posturas, es preocupante observar que transcurridos menos de tres años de gestión, sectores de opinión en absoluto identificados con el pasado  gobierno se muestren partidarios de culpar a Cambiemos por la falta de soluciones a tantos y tan graves problemas como si aquellos que lo precedieron fueran cada vez menos responsables por la actual situación.
Y esto representa una distorsión que es imprescindible dejar en claro.
La así llamada “herencia” no es consecuencia solamente de gravísimos desaciertos acontecidos en la pasada década infame protagonizada por Néstor y Cristina.
En rigor de verdad lo que  ha heredado Macri es un modelo de país en estado terminal por acumulación de políticas equivocadas que data de muchos años atrás y que involucra a gobiernos militares, radicales y fundamentalmente peronistas en sus distintas variantes.
Por cierto, la gestión kirchnerista significó poner el último clavo en el ataúd.
Se malgastaron miles de millones de dólares en proyectos fracasados, demagogia y corrupción rampante en una magnitud tal que, según un economista tan respetable como Roberto Cachanosky, fueron dilapidados recursos que superan incluso ( y en valores actualizados) a los del plan Marshall que determinó la recuperación postbélica de Europa occidental.
Políticas irresponsables apelaron al empleo público como una manera sencilla de disimular la falta de fuentes de trabajo genuino y hacer proselitismo partidario. Es así que el número de empleados públicos, y esto debe ser remarcado, no solamente a nivel nacional,  en las provincias y municipios en mucho mayor medida, ha crecido desmesuradamente.
Según datos recientemente publicados en el período 2003-2016 ha pasado de 2.300.000 a 4.200.000, con un aumento en el área municipal mayor del 100%.
A lo anterior debe agregarse el incremento en el número de jubilados, muchos de ellos sin aportes previos y el volumen creciente de todo tipo de planes sociales sin ninguna contraprestación.
La resultante es un estado con un gasto sobredimensionado y una estructura social donde alrededor de ocho millones de habitantes con actividades productivas deben sostener a veinte millones dependientes del sostén estatal.
Frente a este crítico panorama, si bien es necesario marcar en el gobierno errores cometidos (y sin duda que los ha habido) debe evitarse una crítica irresponsable que desconozca el origen de la actual problemática.Esto es, un modelo de país totalmente inviable, aun en el corto plazo.
Sobre todo teniendo en cuenta que la oposición se muestra con un peronismo disperso pero capaz de unirse en torno a propuestas demagógicas sin adherir a políticas de estado a estas alturas indispensables: reforma laboral como ha hecho Brasil, reforma de un sistema jubilatorio con una relación aportantes/jubilados de apenas 1.4 a 1,reducción del gasto en obras públicas no perentorias y los todavía cuantiosos subsidios estatales en diversas áreas.
Como un reflejo de la falta de coordinación entre los distintos segmentos que componen la conducción económica vale lo publicado por el diario  La Nación en el pasado mes de febrero: mientras unos ministerios impulsan un recorte de $9.000 millones en el déficit de las empresas públicas, en la misma edición se anuncia un aumento de 100.000 beneficiarios de planes sociales, lo cual implica una partida de $10.000 millones.
Lo anterior enfatiza la necesidad de una conducción más centralizada en Economía, una asignatura pendiente que el Gobierno no ha podido encarar todavía.
En conclusión: se hace prioritario un consenso decisivo en torno a la necesidad ineludible de acabar con un modelo agotado luego de muchas décadas de políticas desacertadas.
Solamente cerrando filas en torno a un proyecto común, sin posturas egoístas ni aberraciones ideológicas podrá Argentina evitar un aciago destino de estado fallido como Venezuela u otros países de América Central o el continente africano.